22 sept 2009

Enrique Santo Discépolo.


Enrique Santo Discépolo nació el 23 de Marzo de 1901.
Tuvo una dura infancia por la muerte de su padre primero (en 1906) y de su madre poco después (en 1910). Luego de una severa educación en casa de unos tíos, vive con su hermano al contraer éste matrimonio, ante quien sincera su falta de compromiso con la educación tradicional y su fuerte vocación por la actuación.

Los segundos de video que traemos para compartir con ustedes son parte de una de las más impresionantes interpretaciones de este gran artista argentino. Su monólogo en la película "EL HINCHA" está entre los momentos más recordados del cine nacional. 

Discépolo fue autor maravilloso de numerosos tangos consagrados por el público como "Chorra", "Esta noche me emborracho", "Yira, yira", "Malevaje", "Cafetín de Buenos Aires" y "Cambalache".  
La vida de Discepolín fue en sí misma, una verdadera aventura cinematográfica.
Murió el 23 de diciembre de 1953.

Podés leer una muy completa biografía, haciendo click aquí.



Su gran amigo Homero Manzi, compuso para el un tango, cuya letra transcribimos:   


DISCEPOLÍN
Sobre el mármol helado, migas de medialunas,
y una mujer absurda que come en un rincón;
tu musa está sangrando y ella se desayuna.
el alba no perdona, no tiene corazón.

Al fin, ¿quién es culpable de la vida grotesca
y del alma manchada con sangre de carmín?

Mejor es que salgamos antes de que amanezca,
Antes de que lloremos, ¡viejo Discepolín!

Conozco de tu amargo sufrimiento,
y comprendo lo que cuesta ser feliz
Y al son de cada tango te presiento
con tu talento enorme y tu nariz...
Con tu lágrima amarga y escondida,
con tu careta pálida de clown
y con esa sonrisa entristecida
que floreces en verso y en canción.
La gente se te arrima con su montón de penas,
y tú las acaricias casi con un temblor.
Te duele como propia la cicatriz ajena,
aquél no tuvo suerte y ésta no tuvo amor...
La pista se ha poblado al ruido de la orquesta,
se abrazan bajo el foco muñecos de aserrín
¿No ves que están bailando...? ¿No ves que están de fiesta?
Vamos, que todo duele, ¡viejo Discepolín!

                        Homero Manzi 



Fútbol infantil: ¿Campo de juego o campo de batalla?

La nota que transcribimos a continuación, fue publicada por la revista cultural "La Tela de la araña", de la  Universidad Tecnológica Nacional, en su edición de Julio-Agosto de 2008. En el enlace citado puede bajarse en formato PDF.

 
 En 1931, River Plate pagó diez mil pesos por el pase del wing derecho Carlos Peucelle y treinta y cinco mil por Bernabé Ferreira y al año siguiente invirtió más de cien mil para formar un plantel que sería campeón ese mismo año.

Allí, no sólo nació el mote de “Millonarios” con el que aún hoy se conoce al club de Nuñez, también comenzó a moldearse la forma que el “sueño americano” adoptaría en estas pampas; el fútbol empezó a ser sinónimo de escalera social, y con ello, en un muy lento pero irreversible proceso, la pasión por los colores dejó pasó a la atracción de los billetes.

Es precisamente en esta época de irrupción del profesionalismo en el deporte, cuando comienzan a emerger masivamente las instituciones barriales, que si bien no son hijas de este proceso, están ligadas a este momento de auge cultural, social y económico del fútbol, surgen a su sombra y aún cuando existan otras razones que expliquen su multiplicación casi geométrica, la influencia de esta realidad es notoria, les da a la actividad social de lo clubes una dirección definitiva; a partir de aquellos años, los cientos de entidades civiles que aparecen, tienen al deporte, y fundamentalmente al fútbol, como actividad central de su vida social.

El baby fútbol es desde hace muchos años, cuna de jugadores. La casi desaparición del potrero, y también de la calle como escuela natural, dejó paso a una múltiple oferta que llega a los pibes cada vez a edades más tempranas: las escuelas de fútbol se ofrecen a los padres ávidos del éxito de sus hijos, que desde que la ecografía dice varón, ya creen tener a un Messi en la familia. Antes de los 5 años, y de la mano de papá o mamá, los pichones de crack ingresan a la práctica deportiva y casi de inmediato se incorporan a la competencia, que en muchos casos es una auténtica picadora de carne.

Frente a esta avalancha de cantos de sirena, los clubes de barrio siguen siendo los lugares donde la resistencia a este proceso es más genuina. Si bien las particularidades de cada institución tienen que ver con su propia historia, su inserción geográfica y su conformación social, hay un rasgo común que las identifica: su creación tiene que ver con el aluvión poblacional que tuvieron los suburbios de las grandes ciudades en las primeras décadas del siglo XX. En la década de 1930, los clubes de barrio surgían uno tras otro. En cada nuevo caserío, surgió naturalmente la necesidad de conformar centros sociales que identificaran y aglutinaran a los nuevos pobladores. Miles de inmigrantes llegados de una Europa en llamas, intentaban adaptarse a sus nuevas vidas y encontraron en estos centros sociales, un punto donde canalizar sus inquietudes y su tradición cultural. En esta tradición, el deporte no ocupa un espacio menor, y en ese sentido el fútbol supo dar a esa necesidad de pertenecer, un punto de referencia irremplazable.

Tal vez en estos orígenes deban buscarse las razones que hicieron de los clubes una usina permanente de espíritu solidario y organización comunitaria, que aún en las peores crisis, pudo sobrevivir, y reafirmarse a partir de éstas mismas. La historia de la organización y el desarrollo del fútbol infantil en la Argentina tiene notables punto de contacto con la realidad social, política y económica de nuestro país.

La Federación argentina de deportes infantiles (FADI) fue fundada a fines de 1.959 con representantes de distintos puntos del país y su primer nombre fue una expresión de deseos “SEAMOS AMIGOS”. El lema fundacional, que recogía y sintetizaba el espíritu de aquellos pioneros sufrió las inclemencias de una realidad vertiginosa; lentamente, la confraternidad deportiva de los tiempos del estado paternalista fue encausada y adaptada a estos tiempos donde el dios a adorar es la competencia. Hoy, el cartel de “seamos amigos” fue reemplazado por el de “seamos los mejores”.

El correlato de este cambio, por supuesto, también está en las canchas, donde los pibes ya no van a divertirse, sino a ganar. La presión por el resultado es tan grande, que desde edades muy tempranas sufren con rigor de profesionales. El panorama es desolador: entrenadores que gritan, padres que gritan, madres que insultan a los chicos del otro equipo, jugadores que no saben aún atarse los cordones pero ya aprendieron a pegar el codazo cuando el árbitro no los ve o a caer como Vic Morrow en Combate cuando la pierna de un rival le roza la propia. Los chicos que pierden se van llorando, se niegan a saludar al ganador y entran al vestuario pateando la puerta, gestos todos que son celebrados por padres, tíos y entrenadores como demostración de guapeza, virilidad y hambre de gloria. El discurso oficial que divide al mundo en “ganadores” y perdedores”, encuentra en la inocencia de los chicos un terreno demasiado fértil.

Claro que, afortunadamente, no todo está perdido, y son muchos los que desde los clubes se niegan al cambio del cartel, los que quieren ver pibes jugando a la pelota, y no “proyectos” o “salvadores de futuros”.

Hace algún tiempo, desde la publicación “PRENSA VERDE” del Club Villa Argentina de Gerli, Avellaneda, tuvimos el gran placer de mantener una larga charla con Norberto Ruso Verea, referente si los hay, de los que ponen la pelota por delante del negocio, el juego por encima del resultado, y la bandera de la ética frente al discurso de la trampa.

“Antes que educar a los pibes, hay que educar a los padres. A los pibes hay que dejarlos jugar”, decía Verea, y la frase resuena en los oídos cuando cada sábado vemos al energúmeno de turno gritándole a su hijo “partilo”, después que su rival, otro pibe de 7, 8 ó 10 años, lo gambeteara por enésima vez.

En otro momento de la charla, tan entretenida como educadora, dice el Ruso:

“Ese mensaje oficial es muy perverso: el que gana existe y manda, y el que no gana no existe. Las competencias están armadas de una manera donde el gran negocio, aún siendo pibes, termina siendo más importante que el desarrollo y el crecimiento de los chicos, porque pibes hay muchos y porque padres con la ilusión de salvar con el pibe un futuro que ellos no pudieron conseguir, entregan a los pibes a toda esta máquina, que en muchos casos es una máquina perversa”.

Y no deja mucho para agregar.

“Se juega como se vive” sentenció hace muchos años, el Flaco Menotti. Y habrá que rendirse ante la frase. En el fútbol infantil, hay más desesperación que alegría, más odio por el otro que celebración por el mérito propio, más apología de la trampa que apuesta al trabajo y al juego colectivo.

“Belleza” pedía otro filósofo del fútbol argentino desde su puesto de mando en el banco de suplentes , y eso es, precisamente, lo que seguimos gritando los que estamos de este lado del campo: belleza, alegría, gambeta y pared! porque en el fútbol como en la vida, el camino es lo importante y ningún resultado vale el llanto de un pibe.

Pablo A. ISI

4 sept 2009

La leyenda de ALUMNI

En 1891 se disputó el Primer campeonato de primera división del Fútbol Argentino, y Saint Andrew’s se convirtió en el primer campeón de la Argentine Association Football Ligue, que se disolvió al terminar el torneo.
La Liga de Fútbol Amateur, sentó las bases para que algunas décadas después, nuestro país se convierta en una potencia del fútbol mundial, cuna de cracks que con el sello inconfundible de los potreros criollos desparramaron talento por las canchas del mundo.

La historia, debe necesariamente remontarse más de una década atrás, cuando el profesor escocés Watson Hutton llegó a estas tierras, decidido a que en ellas se jugara al fútbol, juego que hasta entonces sólo estaba reservado a los súbditos ingleses y sus descendientes.

Sin embargo, no sólo el fútbol era la preocupación del profesor: en 1884 funda el English High’s School para poner en práctica sus ideas educativas en las que el deporte tenían un papel relevante. El fútbol fue el deporte elegido para desarrollar esta convicción pedagógica.

En el patio del colegio English High’s School primero y en un terreno alquilado de la zona de Barracas después, el profesor Hutton fue un propulsor incasable de este deporte y mucho tuvo que ver en la organización y desarrollo de las primeras asociaciones civiles que lo practicaron.

En el período amateur, que se extenderá hasta 1934 (conviviendo entre 1931 y 1934 con el profesionalismo), hubo un equipo que tras ganar diez torneos, se consagró como el más grande y prestigioso de este nuevo deporte y que aún hoy conserva en su nombre legendario, el prestigio intacto de haber marcado a fuego las primeras época del fútbol criollo: ese equipo se llamó ALUMNI.

Alumni ganó diez torneos entre los años 1900 y 1911. Sólo en dos campeonatos durante ese lapso, fue relegado por el Belgrano Athletic, en 1904 y 1908.
A menos de dos años de su última consagración, un 24 de Abril de 1913, una Asamblea de socios declaraba la disolución del club y el nacimiento del mito.
El equipo lo habían formado un grupo de amigos de la English High Scholl, e incluso con ese nombre ganaron su primer título. Luego, fueron obligados a cambiar el nombre, ya que la asociación entendía que era una denominación comercial, pero aún conservaron el escudo de la escuela en sus camisetas.
Cuenta Oscar Barnade en una nota de Clarín del año 2003, que Carlos Lett, ex jugador de aquel equipo, sostuvo que "El secreto de su éxito se debió a la amistad que existía entre los jugadores, más que a la habilidad de sus componentes. En este juego una gota de mala sangre entre dos de los jugadores pronto afecta a todo el team, cosa que nunca sucedió, debido, en gran parte, al carácter de los hermanos Brown, y muy especialmente al de Jorge"
Alumni no fue un club, fue sólo un equipo de fútbol, pero pasó a la historia como símbolo de una manera de entender el deporte: la hidalguía, el juego limpio y la defensa irrestricta del espíritu amateur fueron sus banderas, y la técnica que predominaba en los jugadores escoceses siempre fue puesta delante de la potencia que prevalecía entre los ingleses.
Pedro Uzquiza, en una nota de Clarín del 22/12/2000, cuenta una anécdota que pinta de cuerpo entero la pasión con que aquellos pioneros vivían su actividad:
“En 1904 llegó en gira el primer equipo inglés de primera división: Southampton. El 26 de junio el presidente Roca fue uno de los ocho mil espectadores que presenciaron el triunfo del equipo inglés sobre Alumni por 3-0, en la sede de la Sociedad Sportiva, donde actualmente se encuentra el campo de polo. En uno de los partidos de la gira, Southampton derrotó a Belgrano por 6-1. En ese partido, Arturo Forrester consiguió el primer gol argentino frente a un equipo extranjero. Sus compañeros lo llevaron en andas y en el bar brindaron por la hazaña antes de continuar el partido ante el asombro de los jugadores británicos. Arturo Forrester se constituyó en una figura popular de Buenos Aires.”
Dos años después de aquella tarde, Alumni se convertiría en el primer equipo argentino en ganar un encuentro internacional, al vencer por 1 a 0 a un equipo sudafricano con gol de Alfredo Brown, que se consagró definitivamente como ídolo de los aficionados.
Mientras Alumni ganaba todo, la inmigración europea, fundamentalmente de españoles, italianos, polacos y judios participaba activamente en la vida cultural y social de los barrios, jugando un rol decisivo en la aparición de gran cantidad de clubes y asociaciones civiles en los primeros años del siglo XX.
En los nuevos equipos, ya no sólo había ingleses y el nuevo deporte empezó a crecer en los barrios y las ciudades con una fuerza y una pasión que ya no se detendría jamás.













Alumni fue campeón amateur en los años

1900/01/02/03/05/06/07/09/10/11


Pablo Isi