22 dic 2009

EL MARACANAZO


Después de la suspensión de los Mundiales de fútbol a raíz de la Segunda Guerra Mundial, la FIFA retomaba su máximo evento, organizando en Brasil el Cuarto Mundial de la historia en el año 1950.

Uruguay había sido sede y campeón en 1930, Italia repitió ambas condiciones en 1934, y logró el bicampeonato en Francia en 1938.
Doce años después, el partido final del Mundial de Brasil iba a ser protagonizado por los dos mejores equipos del momento: el país anfitrión y el seleccionado uruguayo.

La fase  final que determinaría al campeón era una ronda de cuatro equipos a jugar todos contra todos. Los locales habían apabullado a Suecia (7 a 1) y a España (6 a 1), mientras los celestes llegaban con un punto menos, ya que habían empatado con España (2 a 2) y habían vencido a Suecia (3 a 2) angustiosamente, dando vuelta el encuentro en los últimos 13 minutos.

Según los datos oficiales de FIFA, el encuentro final en el Estadio Maracaná el 16 de Julio de 1950 fue presenciada por la increíble cantidad de 174.000 espectadores.

Al local le alcanzaba con el empate para consagrarse campeón, pero los antecedentes lo instalaban como gran favorito, y desde muy temprano, la fiesta estaba preparada para que el equipo de Flavio Costa festejara a lo grande. Los únicos que no se enteraron de eso, fueron los uruguayos...

Uruguay había llegado a la ronda final ganando un único partido, por 8 a 0, con el seleccionado boliviano. Después de eso, los resultados comentados antes, hablaban de una sufrida y ajustada clasificación.
A pesar de ese amplio favoritismo, el primer tiempo finalizó cero a cero.  La tradicional garra charrúa se oponía al juego brillante de los locales y ninguno pudo desnivelar.

En la segunda parte, a apenas 2' de reiniciado el juego, Friaca pone en ventaja a Brasil, desatando la alegría de todo el estadio que ya deliraba a cuenta.Sin embargo, a los 21', Schiaffino igualaba el marcador, poniendo un manto de suspenso a la gran final, que pronto fue dando paso a las dudas y el nerviosismo de hinchas y jugadores brasileños. Esos nervios se multiplicaron cuando a los 34', Ghiggia marcó el 2 a 1, dejando al estadio en un silencio espeluznante.

Carlos Solé, uno de los tres periodistas charrúas que cubrieron la final, relataba así el gol de la victoria:
"...La para Míguez y apoya Julio Pérez. Se va delante Julio Pérez con la pelota esperando que se cruce Ghiggia. Julio Pérez sigue atacando. Pérez a Ghiggia. Ghiggia a Pérez. Pérez avanza, le cruza la pelota a Ghiggia. Ghiggia se le escapa a Bigode. Avanza el veloz puntero uruguayo. Va a tirar. Tira. Goool, goool, goooool, goooooool uruguayo. Ghiggia tiró violentamente y la pelota escapó al contralor de Barboza. A los 34 minutos, anotando el segundo tanto para el equipo uruguayo. Ya decíamos que el gran puntero derecho del conjunto oriental estaba resultando la mejor figura de los uruguayos. Se escapó de la defensa brasileña. Tiró en acción violenta. La pelota rasante al poste escapó al contralor de Barboza y anotó a los 34 minutos Ghiggia el segundo tanto para Uruguay. Uruguay 2 Brasil 1. Autor del tanto Ghiggia a los 34 minutos..."




El gol de Ghiggia que le da el campeonato a Uruguay. Los defensores brasileños no lo pueden creer...

Para los brasileños, la derrota fue una tragedia nacional. La gente salía del estadio en un silencio sepulcral, en una desgarradora escena de llantos y desconsuelo.
Jules Rimet, presidente de la FIFA, había ingresado a las dependencias interiores del estadio poco después del gol de Brasil, para preparar su discurso, que hablaba maravillas del seleccionado brasileño, dando por descontado que la copa quedaría en Brasil.
Cuando volvió a salir al estadio, sólo los uruguayos estaban en la cancha, celebrando enloquecidos lo que noventa minutos antes era un sueño casi imposible.

Los héroes uruguayos del Maracanazo. Aquel día Uruguay jugó con Roque Máspoli, Mathías González, Eusebio Tejera, Schubert Gambetta, Obdulio Varela, Rodríguez Andrade, Alciede Ghiggia, Julio Pérez, Oscar Míguez, Juan Alberto Schiaffino y Morán. Juan Lòpez era el DT.

La gente en Uruguay salió a las calles a festejar, y los jugadores fueron héroes nacionales, desde aquel día y para siempre.
Tal fue la profundidad de la herida, que nunca más en la historia, Brasil jugó con camiseta blanca. Allí nacio la tradicional verde-amarela que hoy es un símbolo del fútbol mundial.
De los cinco mundiales siguientes, Brasil ganaría 3 (1958; 1962 y 1970) quedándose para siempre con la Copa Jules Rimet.

La bellísima copa Jules Rimet que Brasil obtuvo definitivamente en México 1970, al consagrarse campeón por tercera vez.

Así lo cuenta el escritor uruguayo Eduardo Galeano en su libro "El fútbol a sol y sombra":

Nacía la televisión en colores, las computadoras hacían mil sumas por segundo, Marilyn Monroe asomaba en Hollywood. Una película de Buñuel, Los olvidados, se imponía en Cannes. El automóvil de Fangio triunfaba en Francia. Bertrand Russell ganaba el Nobel. Neruda publicaba su Canto general y aparecían las primeras ediciones de La vida breve, de Onetti, y de El laberinto de la soledad, de Octavio Paz.
Albizu Campos, que mucho había peleado por la independencia de Puerto Rico, era condenado en Estados Unidos a setenta y nueve años de prisión. Un delator entregaba a Salvatore Giuliano, el legendario bandido del sur de Italia, que caía acribillado por la policía. En China, el gobierno de Mao daba sus primeros pasos prohibiendo la poligamia y la venta de niños. Las tropas norteamericanas entraban a sangre y fuego en la península de Corea, envueltas en la bandera de las Naciones Unidas, mientras los jugadores de fútbol aterrizaban en Río de Janeiro para disputar la cuarta Copa Rimet, después del largo paréntesis de los años de la guerra mundial.
Siete países americanos y seis naciones europeas, recién resurgidas de los escombros, participaron en el torneo brasileño del 50. La FIFA prohibió que jugara Alemania. Por primera vez, Inglaterra se hizo presente en el campeonato mundial. Hasta entonces, los ingleses no habían creído que tales escaramuzas fueran dignas de sus desvelos. El combinado inglés cayó derrotado ante los Estados Unidos, créase o no, y el gol de la victoria norteamericana no fue obra del general George Washington sino de un centrodelantero haitiano y negro llamado Larry Gaetjens.
Brasil y Uruguay disputaron la final en Maracaná. El dueño de casa estrenaba el estadio más grande del mundo. Brasil era una fija, la final era una fiesta. Los jugadores brasileños, que venían aplastando a todos sus rivales de goleada en goleada, recibieron en la víspera, relojes de oro que al dorso decían: Para los campeones del mundo. Las primeras páginas de los diarios se habían impreso por anticipado, ya estaba armado el inmenso carruaje de carnaval que iba a encabezar los festejos, ya se había vendido medio millón de camisetas con grandes letreros que celebraban la victoria inevitable.
Cuando el brasileño Friaça convirtió el primer gol, un trueno de doscientos mil gritos y muchos cohetes sacudió al monumental estadio. Pero después Schiaffino clavó el gol del empate y un tiro cruzado de Ghiggia otorgó el campeonato a Uruguay, que acabó ganando 2 a 1. Cuando llegó el gol de Ghiggia, estalló el silencio en Maracaná, el más estrepitoso silencio de la historia del fútbol, y Ary Barroso, el músico autor de Aquarela do Brasil, que estaba transmitiendo el partido a todo el país, decidió abandonar para siempre el oficio de relator de fútbol.
Después del pitazo final, los comentaristas brasileños definieron la derrota como la peor tragedia de la historia de Brasil. Jules Rimet deambulaba por el campo, perdido, abrazado a la copa que llevaba su nombre:
Me encontré solo, con la copa en mis brazos y sin saber qué hacer. Terminé por descubrir al capitán uruguayo, Obdulio Varela, y se la entregué casi a escondidas. Le estreché la mano sin decir ni una palabra.
En el bolsillo, Rimet tenía el discurso que había escrito en homenaje al campeón brasileño.
Uruguay se había impuesto limpiamente: la selección uruguaya cometió once faltas y la brasileña, 21.



La maravilla de las pasiones que el fútbol despierta, puede analizarse de mil maneras diferentes, pero tal vez el secreto esté en la frase que hace pocos días dijo el Maestro Bielsa en El Salvador:

"EN EL FÚTBOL NO SIEMPRE GANA EL TODOPODEROSO"
.

29 oct 2009

El partido de la muerte. Cuando el fútbol derrotó al nazismo.


El Dynamo de Kiev, es el club más ganador de la Liga de Ucrania, una nación del este europeo que hasta los años 80 integró la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas.
Con trece Ligas locales, nueve Copas de la U.R.S.S., y algunos lauros internacionales (Recopa y Supercopa), el club fue cuna de Andriy Shevchenko, su máxima figura histórica, con quien llegó a una histórica semifinal de la Champions Ligue.

Sin embargo, la riquísima historia deportiva del Dynamo de Kiev, tiene un eslabón de oro, en el que la camiseta blanca y azul del club brilló más que nunca, en medio de la gran tragedia que vivió el mundo durante el auge del nazismo en la Segunda Guerra Mundial.

Con Ucrania invadida y ocupada por la Alemania de Hitler, los jugadores del Dynamo fueron reconocidos entre los prisioneros y autorizados a entrenarse en un campo de los suburbios, donde jugaron varios partidos con distintos combinados de aficionados alemanes y húngaros, sin que esto aliviara en nada las condiciones de servidumbre y hambre que soportaban, al igual que el resto de la población ocupada.

Ante la fama de imbatibles que fueron ganando los jugadores del Dynamo, fueron desafiados por un equipo del ejército alemán al que vencieron, tras lo cual los nazis prepararon “el gran desafío”: anunciaron con bombos y platillos “La Gran Revancha”, que se jugaría el 12 de Junio de 1.942 entre el seleccionado del ejército alemán y un combinado de Kiev, al que llamaron “Star”, con gran mayoría de jugadores del Dynamo más algunos refuerzo del Lokomotiv de la misma ciudad. 




El encuentro se disputó en el Estadio Municipal y las diferencias entre los integrantes de ambos equipos eran notorias: un muy entrenado equipo alemán, enfrentaba a un grupo de futbolistas pésimamente alimentados, que casi en harapos ingresaron a la cancha a jugar el gran partido de sus vidas.

Con las tribunas colmadas por el pueblo de Kiev, y la oficialidad nazi en el Palco de Honor, los alemanes comenzaron ganando, pero la garra de los ucranianos pudo más, y el primer tiempo finalizó con un inesperado dos a uno a favor del Start.

La situación, no iba a ser tolerada por la plana mayor del ejército, uno de cuyos integrantes ingresó al vestuario en el descanso del entre tiempo para notificar a los jugadores de Kiev que nunca jamás un seleccionado alemán había sido derrotado por un equipo de los territorios ocupados, y que no sería esta la excepción, prometiendo fusilarlos a todos si el marcador no se revertía.

Aún a pesar de la amenaza, los jugadores salieron al campo decididos a no entregar lo único que los nazis no habían podido conquistar: su dignidad.














Ante el delirio del público, el combinado convirtió rápidamente el tercer gol y a los pocos minutos el cuarto, dando al equipo nazi una verdadera lección de fútbol y coraje.
Antes de llegar  a la mitad del complemento, el combinado marca un quinto gol, ante el festejo enloquecido de los hinchas locales y la furia de la humillada oficialidad del ejército alemán que se retira del campo, ante lo cual el árbitro da por finalizado el partido.

Al finalizar la jornada, los jugadores del combinado de Kiev, tal cual lo anunciado por el oficial invasor,  fueron enviados a los campos de concentración del nazismo, donde varios de ellos fueron ejecutados a las pocas horas.
El crimen, fue reconocido por los oficiales alemanes en los históricos Juicios de Nuremberg  donde se estableció que fueron asesinados el arquero Mykola Trusevich,  Ivan Kuzmenko, Olexiy Klimenko y Mykola Korotkikh, y seguramente otros integrantes del equipo.

El legendario “Partido de la Muerte”, fue luego llevado al cine por los húngaros, y más tarde por los norteamericanos en “Escape a la victoria”, la película de John Huston, protagonizada por Stallone y varios ex futbolistas profesionales, con Pelé y Ardiles, entre otros.  En este film, sin embargo,  el final fue acomodado a las necesidades de la industria de Hollywood, muy lejos de la realidad histórica.

Distintas versiones pueden encontrarse sobre los sucesos narrados, pero esto es lo esencial de una historia en la que a través del fútbol, los oprimidos sacaron pecho frente a los opresores y los derrotaron en una cancha con una pelota como arma.

Sobre el tema de la nota, pueden ver también: 
wikipedia: el partido de la muerte 
página 12: los once del patíbulo

22 oct 2009

BRILLANTE DEFENSA DE DOLINA A DIEGO MARADONA

Vale la pena escuchar los 5' 39" de Alejandro Dolina respondiendo a una oyente sobre las declaraciones de Diego A. Maradona.

"Lo dice un senador de la nación y es un piola, lo dice Maradona y aparece todo el racismo, todo el desprecio por los pobres, por los que menos tienen. Aparecen los muchachos de siempre a indignarse."

16 oct 2009

O ASCENSO MAIS GRANDE DO MUNDO

Que en Brasil se juega al fútbol que le gusta a la gente, es casi una verdad indiscutible, pero el ascenso del VIANA, de la segunda división de Maranhao, superó cualquier previsión.
El equipo  ganaba 2 a 0 a los 36' del segundo tiempo, y estaba lejos de los 11 goles que necesitaba para ascender a la categoría superior, pero de repente, volantes y delanteros se iluminaron, y en los últimos 9 minutos consiguieron marcar los 9 goles que hacían falta.
El resultado final: Viana 11, Chapadinha 0, consagró al local, postergando al Moto Club que en su cancha goleó 5 a 1 al Santa Quiteria.

Los dirigentes del Moto Club pidieron abrir una investigación por posible corrupción, aunque desde el Viana le respondieron que el trámite del partido había sido absolutamente normal. 
LA PELOTA NO SE MANCHA !!!

Mirá el increíble video con los goles !!!

QUE LA CHUPEN !!!



Alcanza con revisar los archivos de TVR para darse cuenta de la miserabilidad de la gran mayoría de los periodistas deportivos argentinos.

Niembro diciendo que Verón ha cumplido un ciclo, Niembro diciendo que Verón a su edad es una figura mundial.  Elio Rossi diciendo que Bielsa no sabe nada de fútbol, Elio Rossi diciendo que Bielsa es un señor y un sabio. El golpeador de mujeres Mariano Closs diciendo que Ruggeri tiene que ser el DT de la selección, el golpeador de mujeres Mariano Closs diciendo que para qué Ruggeri si hay otros mejores y de más experiencia.

Si esta condición de miserables se agotara en lo futbolístico, ya sería difícil de digerir, pero al extenderse a otros ámbitos, se torna aún más intolerable.

Los Fernando Niembro, Mariano Closs y muchos otros personajes que denigran a diario la profesión, inescrupulosos hasta provocar el vómito, no son serviles gratuitamente  a los dictados de sus amos de turno. Botones de sus propios compañeros, a muchos de los cuales hicieron echar de sus trabajos, sostienen una carrera basada en la mala leche.

En ese marco, uno de los papeles más indignos de la desinformación  y la mentira es el del ex candidato presidencial Carlos Salvador Bilardo, que ha cambiado los alfileres de sus años de jugador, por maniobras no menos arteras y tramposas para llevar agua hacia los molinos que le dan de comer desde hace tiempo.

Todos ellos viven de la mala leche; de la mala leche direccionada y grosera hacia quienes no son afines a los caprichos mediáticos de sus patrones. Bianchi no sirve porque se planta y no da notas exclusivas, Bielsa no sirve por insobornable e inmanejable, Diego no sirve porque se pronuncia a favor de la nueva Ley de Medios y de la intervención del estado en la televisación del fútbol, y encima se declara amigo de Chávez y su revolución bolivariana.

La selección argentina no jugó contra Uruguay y Perú, peor de lo que lo venía haciendo en partido anteriores, lo que cambió en estos tiempos es el humor de los multimedios. Curiosamente, la saña contra los jugadores y el cuerpo técnico se incrementó inexplicablemente, justo en los últimos dos partidos, en los que el equipo ganó y clasificó a Sudáfrica. Los comentarios del Pollo Vignolo y Macaya Márquez no dejaban dudas de cual era su posición desde el minuto cero del partido; justo Macaya, que al mejor estilo De la Rúa, se las ingenió para sobrevivir cuarenta años en lo suyo sin jugarse jamás, ni siquiera para opinar sobre si un penal estuvo mal cobrado o no.

El “que la chupen” de Maradona, puede sonar chocante, pero es genuino y justiciero. Dejando a un costado el análisis sobre el juego en sí mismo, expresiones como “Pasman vos también la tenés adentro” vienen a sacar la careta e un periodismo rastrero, funcional a sus patrones y carente de opinión propia. Son en el fútbol, lo que son Silvestre y Bonelli, Nelson Castro y Lorena Maciel en otros terrenos de la comunicación desinformativa.

Que la chupen!!!
Que la chupen T y C y  Fox Sport, que la chupe Niembro y Closs, que la chupe el Negro González Oro y el perrito faldero de Elio Rosi, que la chupe Macaya y que la chupe Clarín. 
Como aquel cachetazo en vivo de una vecina de Palermo a Aíto de la Rúa, como la basureada mediática de Norma Plá al corrupto y vendepatria de Domingo Cavallo, como la celebrada piña del turco Samid a Mauro Viale, el ¡Que la chupen! De Maradona, viene dejarnos un pequeño gustito a justicia popular.

Otro día hablamos de fútbol, pero ahora ¡QUE LA CHUPEN!





8 oct 2009

TRINCHE CARLOVICH: EL MARADONA ROSARINO

"Avisen a los muchachos, que esta noche juega el Trinche"

El fútbol nos regala, de vez en cuando, el placer de disfrutar del talento increíble de los tocados por la varita mágica. Alfredo Distéfano, Pelé, Jhoan Cruyff, Diego Maradona, son seres que parecen haber nacido para jugar al fútbol, y la pelota es en sus pies, un canto permanente de alegría maravillosa.

Uno de esos privilegiados, no es tan conocido como los nombrados, pero para quienes lo vieron en una cancha, está en ese grupo selecto de los cracks de todos los tiempos. Su nombre: TOMÁS FELIPE "EL TRINCHE" CARLOVICH. De él, trata esta nota.



El Trinche fue un CINCO de otro planeta. Figura histórica de Central Córdoba de Rosario.

Carlovich nació en Rosario en 1949 y jugó inferiores en Rosario Central, donde tuvo debut y despedida frente a Los Andes. Fue el único partido que el Trinche jugó para los canallas.
En 1970 pasa a Flandria, y pocos meses después inicia su carrera en Central Córdoba, donde convierte dos goles en su presentación, iniciando un romance con los hinchas que fue creciendo hasta ser ídolo absoluto de la institución rosarina. 
Tres años después, se consagra campeón de Primera "C" en lo que fu esu primer título en el fútbol.

En 1974, la selección argentina que se preparaba para viajar al Mundial de Alemania, se enfrenta a un combinado rosarino que integraron cinco jugadores de Rosario Central, cinco de Newell's y el Trinche Carlovich, de Central Córdoba.
Ese fue su gran día de gloria. Al terminar el primer tiempo, los rosarinos ganaban 3 a 0 y cuenta la leyenda que los muchachos recibieron una visita en el entretiempo pidiendo piedad para el seleccionado de Vladislao Cap, que pidió expresamente que saquen a ese 5 de la cancha. Mario Kempes y Mario Zanabria, integraban también aquel gran combinado rosarino que terminó ganando 3 a 1.
En el 76, Carlovich pasa a Independiente Rivadavia de Mendoza, y en un amistoso ante el Inter juega lo que para el fue uno de los mejores partidos de su vida con victoria por 3 a 1.

Un año después se incorpora a Colón de Santa Fe, donde algunas lesiones comienzan a cercarlo, y vuelve luego a Mendoza para sumarse al Deportivo Maipú.  
Si una jugada simboliza el talento y el desparpajo del  Trinche Carlovich, es el "caño de ida y vuelta". En un encuentro ante Talleres de Escalada, Carlovich deleitaba a los hinchas con su juego y dice también la memoria popular, que por un pedido de un fanático, el genio realizó la maniobra con tanta limpieza y categoría que la parcialidad local  enloqueció en una ovación inolvidable. Depués de aquella tarde, el Trinche repetiría la jugada varias veces a lo largo de su carrera.

Cuando Maradona llego a Rosario para jugar en Newell's, declaró a la prensa: "el mejor jugador ya jugó en Rosario, y era un tal Carlovich". José Pekerman lo definió como "el jugador más maravilloso que vi" y para Griguol "Era un fenómeno al que no le gustaba el sacrificio y por eso no triunfo. Jugaba conmigo en Central, pero el prefería irse de caza o de pesca. Qué lástima!".
Tambiuén se cuenta que el Flaco Menotti, quien dijo que "era impresionante verlo", lo citó para un entrenamiento con jugadores del interior cuando estaba armando el Seleccionado del interior, pero el Trinche faltó a la cita por compartir una jornada de pesca con algunos amigos. De aquel combinado sería escogido Mario Alberto Kempes, que fue goleador del Mundial ´78 que ganó Argentina.



Carlovich, sin embargo, desmintió la versión: "La verdad es que yo no tuve otra ambición más que la de jugar al fútbol. Y, sobre todo, de no alejarme mucho de mi barrio, de la casa de mis viejos donde voy casi todas las tardes, de estar con el Vasco Artola, uno de mis mejores amigos que me llevó de chico a jugar en Sporting de Bigand. Se dicen muchas cosas y varias no son verdad”.

El  Semanario Colón Doce, publicó hace más de dos años, una entrevista al crack, de la que copiamos algunos párrafos:
“En ese tiempo no sabía que otra cosa hacer. Desde chico siempre estaba con la pelota y mis hermanos eran todos jugadores. Ya ni me acuerdo a que edad era pero calculo que a los cinco. Mis primeros pasos los hice en Rosario Central. Después pasé a un club de Bigand”.

¿Cómo era en esa época el fútbol?
Siempre fue lo mismo. Hoy quieren inventar que se corre mas, que es mas físico. No es así. Lo que te puedo decir que en la actualidad hay menos jugadores con técnica que en esa época. En cada equipo abundaban los que trataban bien a la pelota.



¿Cómo se definiría como jugador?
Muchas veces me lo han preguntado pero jamás me lo puse a pensar. Quizás tenía mucha fuerza, un gran físico que me hacía un poco lento pero una vez que arrancaba era distinto jeje.



¿Qué recuerda del partido ante la Selección Nacional?
Ese partido fue el que me marcó. Hicimos un Seleccionado de Rosario con jugadores de Newell´s, Central y el único de Central Córdoba era yo. Ganamos tres a uno y fue un baile terrible. Había 10 mil personas que para la época estaba mas que bien. Todos me asignan el triunfo a mí pero fue todo el equipo el que jugó bien. Un solo jugador no te gana los encuentros.



¿Qué siente cuando Diego Maradona habla maravillas de usted?
Es extraño. Me da vergüenza. Yo soy un tipo que le escapa a las notas, ya sea de radio o televisión. Es mi forma ser. Pero sin dudas que me enorgullece y me pone contento por todo lo que fue él como jugador. Jamás tuve la oportunidad de hablar con él pero si se que cuando jugábamos en Buenos Aires iba a vernos.



¿Por que dejó el fútbol?
Eso es lo que me pregunto yo también muchas veces. Tenía 39 años cuando largué pero me sentía bien. Creo que a la gente de Central Córdoba no le hacía mas falta y di un paso al costado. No me arrepiento de nada. Tuve buenos momentos también en Men doza y en Colón de Santa Fé, aunque por una lesión no jugué muchos partidos.



¿Se siente olvidado por la gente?
Si, mucho. En el caso de Central Córdoba yo estuve muchos años jugando ahí y el partido homenaje que sirvió para recaudar fondos para mi operación fue organizado por algunos de mis amigos. Creo que yo me merecía otro trato de parte del club, faltó que me cobren la cancha por poco. Mi deseo es, aunque sea dirigir alguna categoría de inferiores.



El último 20 de setiembre, el Diario La Capital de Rosario, informaba que el Trinche Carlovich sería el DT interino de Central Córdoba que realiza una muy floja campaña en la "B" Metropolitana.
De su debut como DT, escribe la página Todo Ascenso:
"Con el debut del trinche Carlovich como DT charrua, Central Córdoba jugó su mejor partido del campeonato, dominando en la mayoría del cotejo a su rival pero a la hora de concretar falló"."
"El dos por uno por el trinche valió la pena, ya que con esta promoción (idea de la Comisión Directiva charrua) se acercó muchísima gente al Gabino Sosa como hacia tiempo no se veía. El plus: el equipo se fue aplaudido por toda la parcialidad matadora, cosa que también hacia mucho tiempo no pasaba.
El dato: Tomas Felipe Carlovich al no tener carnet que lo habilite como director técnico tuvo que guiar al equipo desde el alambre, como un hincha más."

La página del Trinche como DT comenzó a escribirse hace muy poquitos días, ojalá sea tan exitosa como la que  Carlovich dibujó desde adentro de la cancha.

Copiamos de Los cuentos de la Pelota, algunas frases sobre el crack rosarino, y otras del mismo Carlovich, que pintan de cuerpo entero su pasión por el fútbol.

César Luis Menotti: "Carlovich fue uno de esos pibes de barrio que, desde que nacen, tienen como único juguete la pelota. Entre él y la pelota había una relación muy fuerte. La técnica que tenía lo convertía en un jugador completamente diferente. Era impresionante verlo acariciar la pelota, tocar, gambetear... Claro que, al mismo tiempo, durante su carrera no encontró reservas físicas que sostuvieran todas las condiciones técnicas que tenía.
Además, desafortunadamente, tampoco tuvo a nadie que lo acompañara y lo comprendiera. Es una pena, porque Carlovich estaba llamado a ser uno de los jugadores más importantes del fútbol argentino. Me acuerdo que lo vi jugar en un combinado de Rosario contra la Selección Argentina y fue el mejor hombre de la cancha. Y eso que, entre otros, había monstruos como Miguel Brindisi. Verlo era un deleite. Después no sé qué le pasó. Tal vez lo aburría el fútbol profesional. A él le gustaba divertirse y no se sentía a gusto con algunos compromisos".


Roberto Fontanarrosa: "El Trinche era un fenómeno. Hacía cosas que nadie esperaba. Era habilísimo y le pegaba a la pelota, además de fuerte, con una variedad de golpes fabulosa. Anticipó cosas que después se le vieron a Borghi. Carlovich era un atorrante; cuando jugaba en las inferiores de Central, Ignomiriello tenía que ir a buscarlo a la casa para que fuera a entrenar. Coincido con los que dicen que fue uno de los mejores jugadores argentinos."

Aldo Pedro Poy: "No entiendo por qué no llegó a jugar en algún club importante. Tenía unas condiciones técnicas extraordinarias. Era medio lento, pero muy hábil. Y guapo. Todavía no vi otro cinco como él. Aquel partido de la Selección con el combinado de Rosario, en el que yo jugué para la Selección, Carlovich la rompió. No lo podíamos parar, ni a él ni a sus compañeros. Nos ganaron 3 a 1 porque pararon la máquina y al "Trinche" lo sacaron a los 15' del segundo tiempo, si no..."

Ubaldo Matildo Fillol:"Descubrí a Carlovich en un amistoso de la Selección Argentina que se preparaba para el Mundial de Alemania -y que yo también integraba- contra un combinado rosarino. Ese día la descosió. Tenía un dominio de la pelota y un panorama increíbles. Fue el mejor cinco que vi en mi vida."

Eduardo Quinto Pagés (arquero, ex compañero en Central Córdoba): Yo en Central Córdoba tengo la valla menos vencida de su historia, 606 minutos. Tenía una defensa fantástica, pero ¿quién nos iba a hacer goles? ¡Si estábamos siempre en el arco de los contrarios! Nos llevaba el Trinche para allá… Entonces, yo tengo que pensar que eso que tengo es gracias a él.
Yo salí campeón con Central Córdoba y salí campeón porque el Trinche estaba en el equipo nuestro.


Carlos Timoteo Griguol:"Carlovich tenía condiciones técnicas únicas. Al marcarlo, el tipo desaparecía por cualquier lado y con él desaparecía el balón".

Mario Nicasio Zanabria:"Carlovich era el mejor resumen del potrero. Era zurdo, pateaba tiros libres, tiraba caños dobles, sombreros dobles, la pisaba de acá para allá, no se la podían sacar. Era desfachatado y pachorriento. Jugaba como si estuviera en el patio de su casa. Creo que nunca fue figura porque no le interesaba crecer profesionalmente y detestaba la alta competencia."

José Néstor Pekerman: "El mejor cinco que vi en mi vida, lo incluyo en mi once ideal".

Pero quizás quien mejor resumió en palabras la leyenda que se tejió en torno al “Trinche" fueron las de Diego Maradona. Según cuentan, cuando llegó a Rosario para jugar en Newell’s, un periodista le confesó el orgullo por recibir en Rosario “al mejor jugador”. El “Diez”, rápido como siempre, contestó: "El mejor jugador ya jugó en Rosario y es el "Trinche" Carlovich...

Frases

"Es cierto que me sentaba en la pelota durante el partido. Pero no era una provocación. Por ahí ellos no presionaban y yo estaba un poco cansado."

"Una vez me vinieron a buscar del Cosmos de Pelé. Estaba todo listo y se cayó. Después pasó lo mismo cuando estaba por ir a Francia. Igual, siempre disfruté de estar cerca de mi casa y jugando al fútbol."

"A mí me sigue sorprendiendo la gente. En todos lados. La otra vez estuve en Mendoza que hace veinte años que no iba y salían de los negocios, en el restaurante que comía cuando jugaba allá me tenían la mesa reservada, había tres mil personas en el estadio. No es fácil todo eso. O por ahí viene un pibe que nunca te vio jugar, porque ni siquiera hay videos y te dice que sos su ídolo porque andá a saber lo que le contó el padre o el tío."

"Los jugadores de la Selección Argentina se habían puesto nerviosos. Nos insultaban porque no les salían las cosas. Pero esos partidos son especiales. Capaz que jugás 200 y perdés todos. Aunque esa vez les ganamos 3 a 1."

"En Central Córdoba me daban premio por los caños."

"Con lo del fútbol espectáculo y todas esas cosas, me di el gusto de jugar con todos. Menos con ‘el Diego’. Jugué con Alonso, Bochini, Kempes, Fillol, con todos. Y de los de ahora me gustaría jugar con Pablo Bezombe. Me divierte, tiene calidad. No toca la pelota, la acaricia. Por él volví a la cancha. ¡En serio! Hace mucho que no iba y ahora voy todos los sábados. Me gustan los jugadores distintos y, lamentablemente, si antes eran diez buenos y alguno regular, ahora con suerte ves a uno o dos que jueguen lindo. Y encima al que tira un caño lo levantan por el aire… ¿qué es eso?”."

"Mi principal virtud era querer la pelota a cada rato. Si no la tenía me desesperaba."

"En Rosario Central sólo me pusieron en un partido de Primera, contra Los Andes. Pero en esa época no había lugar para mí. Era el final de los años sesenta y el técnico Miguel Ignomiriello prefería a otro tipo de jugador. Así que me fui a Central Córdoba."

"Acá en Rosario, se han inventado un montón de cosas acerca de mí. Pero no son verdad... A los rosarinos les gusta contar cuentos. Algún caño de ida y vuelta habré hecho, pero no es para tanto."

"Nunca me gustó cafetear en los bares o ir a los bailes… La única diversión mía siempre fue jugar a la pelota."

" Central Córdoba es lo más grande que me dio la vida."

"El otro día fui a la casa de un amigo que la hermana le había traído unos botines y una pelota de Estados Unidos. Los botines pesaban menos que cien gramos de mortadela (risas) una cosa de locos, le podías sacar la suela y qué sé yo. Me dijo que son los que usa Beckham, y lo que no entiendo es cómo alguien le puede pegar mal a una pelota con semejantes zapatos. Y un muchacho, que se operó las dos piernas, me contó que ya jugó dos partidos y yo no lo podía creer. Cuando pueda, me voy a operar la otra cadera y te aseguro que si puedo volver a jugar, aunque sea un ratito, me vuelvo loco. Creo que no aguantaría la emoción, ¡si hace como diez años que no toco una pelota! Bah, ese día, en la casa de éste amigo, la agarré un cachito, ¿viste? Pero no soy arquero, yo la tengo que tocar con los pies. El tacto yo lo tengo en el pie…"

TRINCHE CARLOVICH: GRACIAS POR EL FÚTBOL !!!


22 sept 2009

Enrique Santo Discépolo.


Enrique Santo Discépolo nació el 23 de Marzo de 1901.
Tuvo una dura infancia por la muerte de su padre primero (en 1906) y de su madre poco después (en 1910). Luego de una severa educación en casa de unos tíos, vive con su hermano al contraer éste matrimonio, ante quien sincera su falta de compromiso con la educación tradicional y su fuerte vocación por la actuación.

Los segundos de video que traemos para compartir con ustedes son parte de una de las más impresionantes interpretaciones de este gran artista argentino. Su monólogo en la película "EL HINCHA" está entre los momentos más recordados del cine nacional. 

Discépolo fue autor maravilloso de numerosos tangos consagrados por el público como "Chorra", "Esta noche me emborracho", "Yira, yira", "Malevaje", "Cafetín de Buenos Aires" y "Cambalache".  
La vida de Discepolín fue en sí misma, una verdadera aventura cinematográfica.
Murió el 23 de diciembre de 1953.

Podés leer una muy completa biografía, haciendo click aquí.



Su gran amigo Homero Manzi, compuso para el un tango, cuya letra transcribimos:   


DISCEPOLÍN
Sobre el mármol helado, migas de medialunas,
y una mujer absurda que come en un rincón;
tu musa está sangrando y ella se desayuna.
el alba no perdona, no tiene corazón.

Al fin, ¿quién es culpable de la vida grotesca
y del alma manchada con sangre de carmín?

Mejor es que salgamos antes de que amanezca,
Antes de que lloremos, ¡viejo Discepolín!

Conozco de tu amargo sufrimiento,
y comprendo lo que cuesta ser feliz
Y al son de cada tango te presiento
con tu talento enorme y tu nariz...
Con tu lágrima amarga y escondida,
con tu careta pálida de clown
y con esa sonrisa entristecida
que floreces en verso y en canción.
La gente se te arrima con su montón de penas,
y tú las acaricias casi con un temblor.
Te duele como propia la cicatriz ajena,
aquél no tuvo suerte y ésta no tuvo amor...
La pista se ha poblado al ruido de la orquesta,
se abrazan bajo el foco muñecos de aserrín
¿No ves que están bailando...? ¿No ves que están de fiesta?
Vamos, que todo duele, ¡viejo Discepolín!

                        Homero Manzi 



Fútbol infantil: ¿Campo de juego o campo de batalla?

La nota que transcribimos a continuación, fue publicada por la revista cultural "La Tela de la araña", de la  Universidad Tecnológica Nacional, en su edición de Julio-Agosto de 2008. En el enlace citado puede bajarse en formato PDF.

 
 En 1931, River Plate pagó diez mil pesos por el pase del wing derecho Carlos Peucelle y treinta y cinco mil por Bernabé Ferreira y al año siguiente invirtió más de cien mil para formar un plantel que sería campeón ese mismo año.

Allí, no sólo nació el mote de “Millonarios” con el que aún hoy se conoce al club de Nuñez, también comenzó a moldearse la forma que el “sueño americano” adoptaría en estas pampas; el fútbol empezó a ser sinónimo de escalera social, y con ello, en un muy lento pero irreversible proceso, la pasión por los colores dejó pasó a la atracción de los billetes.

Es precisamente en esta época de irrupción del profesionalismo en el deporte, cuando comienzan a emerger masivamente las instituciones barriales, que si bien no son hijas de este proceso, están ligadas a este momento de auge cultural, social y económico del fútbol, surgen a su sombra y aún cuando existan otras razones que expliquen su multiplicación casi geométrica, la influencia de esta realidad es notoria, les da a la actividad social de lo clubes una dirección definitiva; a partir de aquellos años, los cientos de entidades civiles que aparecen, tienen al deporte, y fundamentalmente al fútbol, como actividad central de su vida social.

El baby fútbol es desde hace muchos años, cuna de jugadores. La casi desaparición del potrero, y también de la calle como escuela natural, dejó paso a una múltiple oferta que llega a los pibes cada vez a edades más tempranas: las escuelas de fútbol se ofrecen a los padres ávidos del éxito de sus hijos, que desde que la ecografía dice varón, ya creen tener a un Messi en la familia. Antes de los 5 años, y de la mano de papá o mamá, los pichones de crack ingresan a la práctica deportiva y casi de inmediato se incorporan a la competencia, que en muchos casos es una auténtica picadora de carne.

Frente a esta avalancha de cantos de sirena, los clubes de barrio siguen siendo los lugares donde la resistencia a este proceso es más genuina. Si bien las particularidades de cada institución tienen que ver con su propia historia, su inserción geográfica y su conformación social, hay un rasgo común que las identifica: su creación tiene que ver con el aluvión poblacional que tuvieron los suburbios de las grandes ciudades en las primeras décadas del siglo XX. En la década de 1930, los clubes de barrio surgían uno tras otro. En cada nuevo caserío, surgió naturalmente la necesidad de conformar centros sociales que identificaran y aglutinaran a los nuevos pobladores. Miles de inmigrantes llegados de una Europa en llamas, intentaban adaptarse a sus nuevas vidas y encontraron en estos centros sociales, un punto donde canalizar sus inquietudes y su tradición cultural. En esta tradición, el deporte no ocupa un espacio menor, y en ese sentido el fútbol supo dar a esa necesidad de pertenecer, un punto de referencia irremplazable.

Tal vez en estos orígenes deban buscarse las razones que hicieron de los clubes una usina permanente de espíritu solidario y organización comunitaria, que aún en las peores crisis, pudo sobrevivir, y reafirmarse a partir de éstas mismas. La historia de la organización y el desarrollo del fútbol infantil en la Argentina tiene notables punto de contacto con la realidad social, política y económica de nuestro país.

La Federación argentina de deportes infantiles (FADI) fue fundada a fines de 1.959 con representantes de distintos puntos del país y su primer nombre fue una expresión de deseos “SEAMOS AMIGOS”. El lema fundacional, que recogía y sintetizaba el espíritu de aquellos pioneros sufrió las inclemencias de una realidad vertiginosa; lentamente, la confraternidad deportiva de los tiempos del estado paternalista fue encausada y adaptada a estos tiempos donde el dios a adorar es la competencia. Hoy, el cartel de “seamos amigos” fue reemplazado por el de “seamos los mejores”.

El correlato de este cambio, por supuesto, también está en las canchas, donde los pibes ya no van a divertirse, sino a ganar. La presión por el resultado es tan grande, que desde edades muy tempranas sufren con rigor de profesionales. El panorama es desolador: entrenadores que gritan, padres que gritan, madres que insultan a los chicos del otro equipo, jugadores que no saben aún atarse los cordones pero ya aprendieron a pegar el codazo cuando el árbitro no los ve o a caer como Vic Morrow en Combate cuando la pierna de un rival le roza la propia. Los chicos que pierden se van llorando, se niegan a saludar al ganador y entran al vestuario pateando la puerta, gestos todos que son celebrados por padres, tíos y entrenadores como demostración de guapeza, virilidad y hambre de gloria. El discurso oficial que divide al mundo en “ganadores” y perdedores”, encuentra en la inocencia de los chicos un terreno demasiado fértil.

Claro que, afortunadamente, no todo está perdido, y son muchos los que desde los clubes se niegan al cambio del cartel, los que quieren ver pibes jugando a la pelota, y no “proyectos” o “salvadores de futuros”.

Hace algún tiempo, desde la publicación “PRENSA VERDE” del Club Villa Argentina de Gerli, Avellaneda, tuvimos el gran placer de mantener una larga charla con Norberto Ruso Verea, referente si los hay, de los que ponen la pelota por delante del negocio, el juego por encima del resultado, y la bandera de la ética frente al discurso de la trampa.

“Antes que educar a los pibes, hay que educar a los padres. A los pibes hay que dejarlos jugar”, decía Verea, y la frase resuena en los oídos cuando cada sábado vemos al energúmeno de turno gritándole a su hijo “partilo”, después que su rival, otro pibe de 7, 8 ó 10 años, lo gambeteara por enésima vez.

En otro momento de la charla, tan entretenida como educadora, dice el Ruso:

“Ese mensaje oficial es muy perverso: el que gana existe y manda, y el que no gana no existe. Las competencias están armadas de una manera donde el gran negocio, aún siendo pibes, termina siendo más importante que el desarrollo y el crecimiento de los chicos, porque pibes hay muchos y porque padres con la ilusión de salvar con el pibe un futuro que ellos no pudieron conseguir, entregan a los pibes a toda esta máquina, que en muchos casos es una máquina perversa”.

Y no deja mucho para agregar.

“Se juega como se vive” sentenció hace muchos años, el Flaco Menotti. Y habrá que rendirse ante la frase. En el fútbol infantil, hay más desesperación que alegría, más odio por el otro que celebración por el mérito propio, más apología de la trampa que apuesta al trabajo y al juego colectivo.

“Belleza” pedía otro filósofo del fútbol argentino desde su puesto de mando en el banco de suplentes , y eso es, precisamente, lo que seguimos gritando los que estamos de este lado del campo: belleza, alegría, gambeta y pared! porque en el fútbol como en la vida, el camino es lo importante y ningún resultado vale el llanto de un pibe.

Pablo A. ISI

4 sept 2009

La leyenda de ALUMNI

En 1891 se disputó el Primer campeonato de primera división del Fútbol Argentino, y Saint Andrew’s se convirtió en el primer campeón de la Argentine Association Football Ligue, que se disolvió al terminar el torneo.
La Liga de Fútbol Amateur, sentó las bases para que algunas décadas después, nuestro país se convierta en una potencia del fútbol mundial, cuna de cracks que con el sello inconfundible de los potreros criollos desparramaron talento por las canchas del mundo.

La historia, debe necesariamente remontarse más de una década atrás, cuando el profesor escocés Watson Hutton llegó a estas tierras, decidido a que en ellas se jugara al fútbol, juego que hasta entonces sólo estaba reservado a los súbditos ingleses y sus descendientes.

Sin embargo, no sólo el fútbol era la preocupación del profesor: en 1884 funda el English High’s School para poner en práctica sus ideas educativas en las que el deporte tenían un papel relevante. El fútbol fue el deporte elegido para desarrollar esta convicción pedagógica.

En el patio del colegio English High’s School primero y en un terreno alquilado de la zona de Barracas después, el profesor Hutton fue un propulsor incasable de este deporte y mucho tuvo que ver en la organización y desarrollo de las primeras asociaciones civiles que lo practicaron.

En el período amateur, que se extenderá hasta 1934 (conviviendo entre 1931 y 1934 con el profesionalismo), hubo un equipo que tras ganar diez torneos, se consagró como el más grande y prestigioso de este nuevo deporte y que aún hoy conserva en su nombre legendario, el prestigio intacto de haber marcado a fuego las primeras época del fútbol criollo: ese equipo se llamó ALUMNI.

Alumni ganó diez torneos entre los años 1900 y 1911. Sólo en dos campeonatos durante ese lapso, fue relegado por el Belgrano Athletic, en 1904 y 1908.
A menos de dos años de su última consagración, un 24 de Abril de 1913, una Asamblea de socios declaraba la disolución del club y el nacimiento del mito.
El equipo lo habían formado un grupo de amigos de la English High Scholl, e incluso con ese nombre ganaron su primer título. Luego, fueron obligados a cambiar el nombre, ya que la asociación entendía que era una denominación comercial, pero aún conservaron el escudo de la escuela en sus camisetas.
Cuenta Oscar Barnade en una nota de Clarín del año 2003, que Carlos Lett, ex jugador de aquel equipo, sostuvo que "El secreto de su éxito se debió a la amistad que existía entre los jugadores, más que a la habilidad de sus componentes. En este juego una gota de mala sangre entre dos de los jugadores pronto afecta a todo el team, cosa que nunca sucedió, debido, en gran parte, al carácter de los hermanos Brown, y muy especialmente al de Jorge"
Alumni no fue un club, fue sólo un equipo de fútbol, pero pasó a la historia como símbolo de una manera de entender el deporte: la hidalguía, el juego limpio y la defensa irrestricta del espíritu amateur fueron sus banderas, y la técnica que predominaba en los jugadores escoceses siempre fue puesta delante de la potencia que prevalecía entre los ingleses.
Pedro Uzquiza, en una nota de Clarín del 22/12/2000, cuenta una anécdota que pinta de cuerpo entero la pasión con que aquellos pioneros vivían su actividad:
“En 1904 llegó en gira el primer equipo inglés de primera división: Southampton. El 26 de junio el presidente Roca fue uno de los ocho mil espectadores que presenciaron el triunfo del equipo inglés sobre Alumni por 3-0, en la sede de la Sociedad Sportiva, donde actualmente se encuentra el campo de polo. En uno de los partidos de la gira, Southampton derrotó a Belgrano por 6-1. En ese partido, Arturo Forrester consiguió el primer gol argentino frente a un equipo extranjero. Sus compañeros lo llevaron en andas y en el bar brindaron por la hazaña antes de continuar el partido ante el asombro de los jugadores británicos. Arturo Forrester se constituyó en una figura popular de Buenos Aires.”
Dos años después de aquella tarde, Alumni se convertiría en el primer equipo argentino en ganar un encuentro internacional, al vencer por 1 a 0 a un equipo sudafricano con gol de Alfredo Brown, que se consagró definitivamente como ídolo de los aficionados.
Mientras Alumni ganaba todo, la inmigración europea, fundamentalmente de españoles, italianos, polacos y judios participaba activamente en la vida cultural y social de los barrios, jugando un rol decisivo en la aparición de gran cantidad de clubes y asociaciones civiles en los primeros años del siglo XX.
En los nuevos equipos, ya no sólo había ingleses y el nuevo deporte empezó a crecer en los barrios y las ciudades con una fuerza y una pasión que ya no se detendría jamás.













Alumni fue campeón amateur en los años

1900/01/02/03/05/06/07/09/10/11


Pablo Isi

16 ago 2009

Milagros de 90 minutos (Nota Diario Clarín)

Interesante nota de los grandes batacazos del Fútbol Mundial.
Waldemar Iglesias es su autor y fue publicada en Clarín el 15/07/09.

"La historia de los Mundiales cobija episodios de los más diversos. Desde grandes campañas de los gigantes a inmensas sorpresas de los pequeños. Acá, un recorrido por el Top 5 de las victorias más asombrosas en las Copas del Mundo. Cuando los candidatos de todos quedaron de rodillas frente a rivales de antecedentes escasos."

Leer la Nota Completa

25 jul 2009

19 DE DICIEMBRE DE 1.971

En la historia de los grandes clásicos del fútbol argentino, hay uno que se ha ganado en buena ley un espacio en letras de oro: es el que jugaron, el 19 de Diciembre de 1.971, Rosario Central y Newell's Old Boys de Rosario.
Central había ganado su grupo en el Torneo Nacional y debía enfrentar en semifinales, nada menos que a su clásico rival en partido a jugarse en cancha neutral. River Plate fue el escenario elegido.
Con un inolvidable gol de palomita de Aldo Pedro Poy, los canallas ganaron el partido, y tres días más tarde con un recordado dos a uno ante San Lorenzo de Almagro, se consagrarían como el primer club "del interior del país" en obtener el título de campeón nacional de AFA.
Aquella palomita de Poy, se ha transformado con el tiempo en un hito histórico para los hinchas del club, que cada diecinueve de diciembre se congregan para rememorar la jugada, recreando el centro y el cabezazo que el mismo Poy ejecuta año tras año.
El inmortal Negro Fontanarrosa, fanático canalla, ha dejado entre sus obras maravillosas, este cuento titulado "19 de Diciembre de 1.971", que hoy subimos al blog para que los lectores amantes de la pasión del fútbol puedan disfrutar.

Ángel Pedro Poy en su momento más glorioso. La palomita que le da a Central su pasaporte a la final del Nacional '71.


19 DE DICIEMBRE DE 1.971
(Cuento del Negro Fontanarrosa)

Yo sé que ahora hay muchos que dicen que fuimos unos hijos de puta por lo que le hicimos al viejo Casale. Yo sé, nunca falta gente así, pero ahora es fácil decirlo, ahora es fácil. Había que estar esos días en Rosario para entender el fato mi viejo. Ahora es fácil hablar al pedo, ahora habla cualquiera.
Yo no sé si vos te acordás lo que era Rosario esos días anteriores al partido. Y te digo esos días, desde semanas antes se venía hablando del partido, la ciudad era una caldera. Porque eso era lo que era la ciudad: una caldera. Claro, los que ahora hablan son estos turros, que después vos los veías por la calle gritando y saltando como unos desgraciados, festejando, en pedo, a los gritos y después, ahora te salen con que son…..¿que son? moralistas…… De que se la tiran, hijos de mil putas. Ahora son todos piolas, es muy fácil hablar, pero si vos vieras lo que era la ciudad en esos días hermano. Prendías un fósforo y volaba todo a la mierda. No se hablaba de otra cosa, en los boliches, en la calle, en cualquier parte, saltaban chispas, pero te lo juro.

Y la cosa arrancó con el fato de las cábalas, ó mejor dicho, de los maleficios. Hay que entender que no era un partido cualquiera hermano, era una final, final. Porque no era un final, final, era una semifinal. El que ganaba después venía a jugar a Rosario, y le ganaba a cualquiera, fuera Central como Newels. Acá le hacia la fiesta a cualquiera.Y cómo estaban los lepra! Ellos tendrían que acordarse ahora, los que hablan al reverendo pedo y nos vienen a romper las pelotas con el asunto del viejo Casale. No se acuerdan esos turros cómo estaban los lepra, no se acuerdan ahora! Había que aguantarlos, porque se corrían una fija! Pero una fija se corrían hermanito! Que hasta creo que se pensaban que nos iban a llenar la canasta. No que sólo se pensaban que nos iban a hacer la colita, sino que además nos iban a meter cinco en el monumental y para la televisión Pero porque no se van a la puta madre que los parió! Que mierda nos van a hacer cinco goles estos culo roto!

La verdad hermano, con una mano en el corazón, tenían un equipazo! Un equipazo de padre y señor mío! Hay que reconocerlo! Jugaban y daba gusto, buen toque, te abrochaban bien abrochadito. Marito Zanabria, el Mono Oberti. Dios querido, el Mono Oberti, qué jugador! Silva, el que era de Lanus, el albañil, Montes de cinco, Santamaría, el cucurucho. Qué se yo, era un equipazo! Un equipazo, hay que reconocerlo. Y la lepra se corría una fija. Sabés cuántos había en la ruta el día del partido. Yo no sé. Eran miles, millones. Yo no sé de dónde habían salido tantos leprosos. Si son cuatro gatos locos! Y de golpe para ese partido aparecieron como hormigas, de abajo de la tierra, esos desgraciados. Todos fueron!

Lo que era esa ruta, papito querido! Entonces oíme. Había que recurrir a cualquier cosa! Hay partidos que no podes perder, tenés que ganar o ganar! No hay tutía! Entonces si a mí me decían que tenía que matar a mi vieja, que tenía que hacer cagar a Kenedy, me daba lo mismo hermano! Hay partidos que no se pueden perder! Y qué! Te vas a dejar basurear por estos soretes! Para que después te refrieguen y te pongan la bandera por la jeta toda la vida! No mi viejo. Entonces hay que recurrir a cualquier cosa. Es como cuando tenés un pariente enfermo viste. Tu vieja por ejemplo. Que por ahí sos capas hasta de ir a la iglesia viste.Y te digo yo, esa vez no fui a la iglesia. No fui a la iglesia porque te juro que no se me ocurrió, mirá vos que si nó te aseguro que me confesaba. Y todo si servía para algo. Pero con los muchachos nos enganchamos con la cuestión de la brujería, de la ruda macho, de enterrar un sapo detrás del arco de Fenoy, de tirar sal en la puerta de los jugadores de Newels. Y de todas esas cosas de que siempre se habla. Por supuesto que todas las brujas del barrio ya estaban laburando en la cosa y había muñecos con la camiseta de Newels clavados con alfileres, maldiciones pedidas por teléfono y hasta mi vieja, que no manya nada de todo esto, tenía un pañuelo atado desde hacía como diez días, de esos de Pilato, Pilato, sino gana Central en River no te desato. Después la vieja decía que habíamos ganado por ella. Pobre vieja, si hubiera sabido lo del viejo Casale. Pero yo le decía que sí, para no desilusionarla a la pobre vieja. Pero todo el fato de la ruda macho y el sapo de atrás del arco eran que sé yo, cosas muy generales. Ya había tipos que lo estaban haciendo y además el partido era en el Monumental. Y no te vas a meter en la pista olímpica a enterrar un sapo porque vas en cana con 30 cadenas, y no te saca ni Dios después hermanito.

Entonces me acuerdo que empezamos con la cosa de las cábalas personales. Porque me acuerdo que estábamos en el boliche de Pedro y veníamos hablando de eso, y veníamos y veníamos. Entonces por ejemplo resolvimos que a Buenos Aires íbamos a ir en el auto del Dani, porque era el auto con el que habíamos ido una vez a La Plata, en un partido contra Estudiantes y que habíamos ganado dos a cero.Yo iba a llevar por supuesto el gorrito, que venía llevando a la cancha todos los últimos partidos, y no me había fallado nunca el gorrito ese. A ese lo iba a llevar. Era un gorrito milagroso. El Cuqui iba a ir con el reloj cambiado de lugar, o sea en la muñeca derecha, no en la izquierda, porque en un partido contra no sé quien, se lo había cambiado en el medio tiempo, porque íbamos perdiendo, y con eso empatamos. O sea todo el mundo repasó todas las cábalas posibles, como para ir bien de bien, no dejar ningún detalle suelto. Te digo más, estuvimos como media hora discutiendo cómo mierda estábamos parados en la tribuna en el partido contra Atlanta, para pararnos de la misma manera, en el partido contra la lepra. El boludo de Michi decía que él había estado detrás del Valija, y el Miguelito porfiaba que era él, el que había estado detrás del Valija. Mirá vos, hasta eso estudiamos antes del partido. Para que veas cómo venía la mano en esos días. Sabés que te lleva eso, hermano, sabes que te lleva a eso: el cagazo. El cagazo hermano, te lleva a hacer cualquier cosa. Como lo que hicimos con el viejo Casale. Porque si llegábamos a perder, mamita querida. Nos teníamos que ir de la ciudad, mi viejo. Nos teníamos que refugiar en el extranjero, te juro. No podíamos volver nunca más acá. Íbamos a parecer esos refugiados Camboyanos, que se tomaron el piro en una balsa. Bueno te juro que si perdíamos, agarrábamos el Ciudad de Rosario y por acá por el Paraná, nos teníamos que ir todos, millones de canallas, no sé, a Diamante, a Perú, a Cuzco, a la concha de su madre. Pero acá no se iba a poder vivir nunca más con la cargada de los leprosos putos mi viejo! Ya el Miguelito había dicho bien claro que él se la daba, que sí perdíamos, agarraba un bufo y se volaba la sabiola, y te digo que el Miguelito es capaz de eso y mucho más, porque es loco. Así que yo le creía. O hacerse trolo! Y a otra cosa Mariposa. Darle a las plumas, y salir vestido de loca por Pellegrini, y no volver nunca más a la casa, pero te digo, nadie quería ni siquiera oír hablar de esa posibilidad.

Ni se nombraba la palabra derrota. Era como cuando se habla del cáncer hermano. Vos ves que por ahí te dicen la papa, ó tiene otra cosa, algo malo, pero el cangrejo mi viejo, no te lo nombra nadie! Y ahí fue cuando sale a relucir lo del Viejo Casale. Era el viejo del Cabezón Casale, un pibe que siempre venía al boliche, y que durante años vino a la cancha con nosotros. Pero que ya para ese entonces, se había ido a vivir al norte, a Salta creo. Lo vi hace poco por acá, que estaba de paso. Y ahí fue que nos acordamos que en la casa del cabezón, el viejo había dicho que el nunca pero nunca lo había visto perder a Central contra Newels. Me acuerdo que nos había impresionado porque ese tipo era un privilegiado del destino. Aunque al principio, vos te preguntás, cómo carajo hizo este tipo para no verlo perder nunca a Central contra Newels. Que mierda hizo! Este coso no va nunca a la cancha! Porque oíme, alguna vez lo tuviste que ver perder. A menos que no vayas a los clásicos. Y ojo que yo conozco muchos así. Que se borran bien borrados de los clásicos. O que van en arroyito, pero que a la cancha del Parque no van en la Puta vida.Y me acuerdo que le preguntamos eso al viejo. Y el viejo nos dijo que no. Y nos explicó que él iba siempre, un fana de Central que ni te cuento. Pero se había dado, qué se yo, una serie de cosas, de casualidades que hicieron que en un montón de partidos con Newels, él no pudiera ir por un montón de causas que ni me acuerdo, ni se acuerda él. Que estaba de viaje por Misiones, el viejo era comisionista. Que ese día se había torcido un tobillo y no podía caminar. Que estaba engripado. Otra vez le dolía un huevo. Que se yo. La verdad hermano, la posta era que al viejo nunca le había tocado ver un partido en que la lepra nos había ganado. Era un privilegiado el viejo! Y además un talismán. Porque así como hay tipos mufas que te hacen perder partidos adonde vayan, hay otros que si vos los llevás, es número puesto, tu equipo gana. No es joda! Y el viejo Casale era uno de éstos. De los ojetudos.

Entonces ahí nos dijimos: este viejo tiene que estar en el monumental contra Newels, no puede ser de otra forma, tiene que estar. Claro, dijimos, seguro que va a estar. Si es fana de Central, canalla a muerte. Pero nos agarro como la duda viste. Porque nosotros no era que lo veíamos todos los días al viejo. Te digo más, desde que el Cabezón se había ido al norte a laburar, al viejo de él no lo habíamos vuelto a ver en la cancha. Ni en la calle, ni en ninguna parte. Además el viejo ya estaba bastante veterano, porque debía tener como ochenta pirulos por ese entonces. Bah, en realidad ochenta no, pero sus 60, 75 los tenía por debajo de las patas.Entonces, con el Valija, el Colorado y el Miguelito, decimos, vamos a la casa del viejo a asegurarnos que vaya y si no lo llevamos atado. Porque también podía ser que el viejo no fuera porque no tuviera guita, que se yo, nosotros no sabíamos. Ya habíamos pensado en hacer una rifa a beneficio, o una kermés, cualquier cosa, el viejo tenía que ir, era una bandera, un cheque al portador. La cuestión es que vamos a la casa, y a que no sabés con la que nos sale el viejo. Que andaba mal del bobo, que el médico le había prohibido terminantemente ir a la cancha. Nos sale con eso. Que no, que había tenido un infarto, en no sé que partido, un partido de mierda, después de una pelota que pegó en el palo. Que había estado muerto como media hora. Que lo habían salvado entre los indios con respiración artificial y masajes en el cuore. Y que no había clavado las guampas de puro pedo y que le había quedado tal cagazo que no había vuelto a ir a una cancha desde hacía ya, mirá no se lo que te digo, dos años, dos años y medio. Y no era sólo que el no quería ir sino que el médico y por supuesto la familia le tenían terminantemente prohibido ir, lógicamente. No sé si no le prohibían incluso escuchar los partidos por radio, para que no le pateara el bobo. Porque parece que el viejo escuchaba cualquier cosa demasiado fuerte y se moría. Tan jodido andaba! Vos le hacías Uuuuuhhh! en la cara y el viejo partía. Para que! Te imaginas nosotros, la desesperación! Porque eso era como un presagio, un anuncio del infierno hermano! Era un anuncio de que nos iban a hacer cagar en Buenos Aires. Entonces empezamos a tratar de hacerle la croqueta al viejo. A convencerlo, a decirle: pero mire don Casale, usted tiene que estar, es una cita de honor. Que va a estar mal del cuore usted! Si se lo ve cero kilómetro! Vamos Casale!Me acuerdo que lo jodía Miguelito y le decía: “cuantos polvos se echa por día?” “usted está echo un toro”. Pero el viejo ni mierda, en la suya, que no y que no. Le decíamos que el partido iba a ser una joda, que Newels tenía un equipo de mierda, y que ya a los 15 minutos íbamos a estar 3 a 0 arriba, y que el partido era una mera formalidad. Que el gobierno ya había decidido que tenía que ganar Central, para hacer feliz a mayor cantidad de gente. No sé la cantidad de boludeces que le dijimos al viejo para convencerlo. Pero el viejo nada! Una piedra el hijo de puta.

Para colmo ya habían empezado a rondar la mujer del viejo, la madre del Cabezón, una hermana del Cabezón, que querían saber qué queríamos decirle nosotros al viejo en esa reunión. Porque medio que ya se sospechaban que nosotros no íbamos para nada bueno. En resumen, que el viejo nos dijo que no. Que ni loco! Que ni siquiera sabia si iba poder resistir la tensión de saber que se jugaba el partido, aún sin escucharlo! Porque el viejo, los diarios los leía, tan boludo no era! Sabía cómo venía la mano, como era la cosa, como formaban los equipos, suplentes, historial, antecedentes, chaquetillas, color, todo. Nos dijo: ese día bien temprano, antes de que empiecen a pasar los camiones y los onmibus con la gente yendo para Buenos Aires, yo me voy a la quinta de un hermano mío, que vive en Villa Diego. No quería ni escuchar los bocinazos el viejo!“Me voy tempranito a lo de mi hermano, que a él no le importa nada el fútbol, y ahí paso el día, sin escuchar radio ni nada.” Porque el viejo decía, y tenía razón, que si se quedaba en la casa, por más que se encerrara en un ropero, algo iba a oír, algún grito, algún gol, alguna cosa iba a oír. Pobre desgraciado! Y se iba a quedar ahí mismo seco en el lugar. Así que se iba a ir a radicar a la quinta de ese hermano que tenía para borrarse del asunto. Muy bien.

Te digo que salimos de allí, hechos bosta! Porque veíamos que la cosa venía muy mal. Casi ya era un dato seguro, como para seguir, que éramos boleta. Para como al Valija, el día anterior, le había caído una tía del campo. Y el se acordaba que en un partido que perdimos contra San Lorenzo, esa misma tía le había venido el día antes. Era un presagio funesto el de la tía. Fue cuando decidimos lo del secuestro. Si no te asustes, decidimos lo del secuestro. Nos fuimos al boliche y esa noche lo charlamos seriamente. El Dani decía que no, que era una barbaridad. Que el viejo se nos iba a morir en el viaje o en la cancha. Y que después se iba a armar un quilombo. Que íbamos a terminar todos en cana. Y que además eso era casi un asesinato. Pero al Dani mucha bola no le dimos, porque siempre ha sido un exagerado. Y más que un exagerado, medio cagón, el Dani. Pero nosotros estábamos bien decididos. Y más que nada, por una cosa que dijo el Valija. El viejo estaba diez puntos, había tenido un infarto, tenés razón. Pero hay miles de tipos que han tenido un infarto, y vos lo ves caminando tranquilamente por la yeca y sin hacer tanto quilombo como este viejo pelotudo, con eso de meterse dentro de un ropero ó no ir a la cancha. O dejar que te rigoree la familia, como la esposa, y la otra, la hermana del cabezón. Por otra parte, y vos lo sabés, los médicos son unos turros, que se ve que lo querían hacer durar al viejo como mil años para sacarle la guita, hacerle experimentos y chuparle la sangre. Y además como decía el Miguelito, y eso era cierto, vos lo veías al viejo, y estaba fenómeno. Con casi sesenta años, no te digo que parecía un pendejo, pero andaba lo más bien. Caminaba, hablaba, se sentaba, se movía, que se yo, chupaba... porque a nosotros nos convidó con Cinzano, y el viejo se mandó su medidita. No te digo un vazaso, pero su medidita se mandó. La cosa que el Miguelito elaboró una teoría que te digo aún hoy, no me parece descabellada. El viejo era un turro hermano, un turro que especulaba con el fato del bobo, para pasarla bien. Y no laburarla nunca más en la vida de dios. Con el verso del bobo no ponía el lomo, lo atendían a cuerpo de rey. La tenía a la vieja y a la hermana del Cabezón pendientes de él viviendo como un bacan el viejo. Y de qué se privaba? De algún faso. Que no sé si no fasearía a escondidas. Y de no ir a la cancha. Fijate vos eso era todo. Y vivía como Carolina de Mónaco, el otario.

Bueno, con ese argumento y con lo que dijo el colorado, se resolvió todo. El colorado vino y habló clarito. Nos habló de los grandes ideales. De nuestra misión frente a la sociedad. De nuestro deber frente a las generaciones posteriores, los pendejos. Nos dijo que si ese partido se perdía, miles y miles de pendejos iban a sufrir las consecuencias. Que para nosotros eso era verdad. Iba a ser muy duro, pero que nosotros ya estábamos jugados. Que habíamos tenido lo nuestro. Y que de última teníamos experiencia en malos ratos y en fulerías. Pero los pibes, los pendejitos de Central iban a tener de por vida una marca, que los iba a marcar para siempre como un fierro caliente. Las cargadas que iban a recibir esos pibes, esas criaturas, en la escuela! Los iban a destrozar. Les iban a pudrir el bocho para siempre. Iban a ser una ó dos generaciones de tipos hechos bolsa. Disminuidos ante los leprosos. Temerosos de salir a la calle, de mostrarse en público. Y eso es verdad hermano. Porque yo me acuerdo lo que eran las cargadas en la escuela primaria, sobre todo. Yo me acuerdo cuando perdimos cinco a tres con la lepra en el parque, después de ir ganando dos a cero, cuando se vendió el colorado Bertoldi. Que todavía se estará gastando la guita. Y te juro que yo por una semana no me pude levantar de la cama, porque no me atrevía a ir a la escuela. Para no bancarme la cargada de la lepra. Los pibes son muy hijos de puta para la cargada, son crueles. No viste como descuartizaban bichos. Que agarran una langosta y le sacan todas las patas. Son hijos de puta los pibes en ese sentido. Lo que decía el colorado era verdad. Ahora todo el mundo habla de la deuda externa, y bueno hermano, eso era algo así como lo de la deuda externa. Que por la cagada de cuatro reverendo hijos de puta que empeñaron el país, la tenemos que pagar todos. Y los hijos y los hijos de nuestros hijos. Y si estaba en nosotros hacer algo para que eso no pasara, había que hacerlo, mi querido. Además como decía el colorado, ya no era el problema de la cargada de los pendejos newelistas. Estaba también el fato del exitismo. Los pibes ven que gana un equipo, y se hacen hinchas de ese equipo. Son así, son hinchas del campeón. Entonces, ponele que hubiese ganado Newels, y a la mierda! De ahí en más todos los pibes se hacían de Newels, ponéle la firma. Y no te vale de nada llevarlos a la cancha, converzarlos, hablarle del Gitano Juárez, del flaco Menotti, ni comprarle la camiseta de Central apenas nacen. No te vale de nada. Los pendejos ven que River sale campeón y se hacen de River. Son así. Y en ese momento no era como ahora, que mal que mal, vos los llevás al gigante y los pibes se caen de culo. Entonces cuando van al chiquero del parque, por mejor equipo que pueda tener Newels, los pibes piensan: ¡yo no puedo ser hincha de esta villa miseria! Y se hacen de Central. Porque todo entra por los ojos, y vos ves que ahora, los pibes por ahí ni siquiera han visto jugar a Central ó a Newels, y ya se hacen hinchas de Central por el estadio. Es otra época. Los pendejos son más materialistas. Yo no sé si es la televisión ó que, pero la cosa es que se van de boca con los edificios.

Entonces la cosa estaba clara. Había que secuestrar al viejo Casale. Y si no aguantarse que quince ó veinte años después, hoy por ejemplo, la ciudad estuviese llena de leprosos, nacidos después de ese partido. Y esto hoy sabés lo que sería. Beirut sería un poroto al lado de esto, te lo juro hermano. El que organizó la “operación Eichmann”, como la llamamos, fue el colorado. La llamamos así porque, ese general alemán, torturador, que se chorearon de acá una vez los judíos viste. Y lo nuestro era más ó menos lo mismo. El colorado era un tipo muy cerebral, le carbura bien el bocho, y el organizó todo. El colorado para ese entonces ya no estaba en la OCAL. La OCAL no sé si sabés, es una organización de acá de Rosario, que se llama así porque son iniciales, es Organización Canalla Anti Lepra. Son un grupo de ñatos como el Klux Klux Klan, mas o menos. Que tienen reuniones secretas y no sé si no van con capucha y todo a las reuniones. O si queman algún leproso vivo en cada reunión. Mirá yo no sé si es requisito indispensable ser hincha de Central, pero seguro, seguro tenés que odiar a la lepra. Tenés que odiar más a los lepra, que lo que querés a Central. Hacen reuniones, escriben el libro de actas. Piensan maldades contra los lepra. Festejan fechas patria de partidos que le hemos ganado, tienen himnos. Son como esos tipos, los masones, esos que nadie sabe quienes son. Andan con antorchas. Bueno de la OCAL, al colorado lo echaron por fanático, con eso te digo todo. Pero es un bocho el colores. Y el fue el que organizó todo el operativo. Y te la cuento porque es linda. No sé si un día de estos no aparece en el Selecciones.

Averiguamos que ómnibus iba para Villa Diego, adonde tenia la quinta el hermano del viejo Casale. Desde donde vivía el viejo, ahí por San Juan al 1400, lo único que lo dejaba, por ese entonces si mal no recuerdo, era el 305 que pasaba por la calle San Luis. O sea que el viejo tenía que tomarlo en San Luis y Paraguay ó San Luis y Corrientes. No más allá de eso. A menos que fuera un pelotudo y lo fuera a tomar a Bulevar Oroño, que no sé para que mierda iba a hacer eso. Ahora la duda era si el viejo se iba a ir en ómnibus ó en auto. Porque si se iba en auto nos recagaba. Pero nos jugábamos a que iba a ser en ómnibus. Porque auto no tenía. Y seguro que el hermano tampoco tenía, porque debía ser un muerto de hambre cómo el seguramente. Y te digo que la cosa venía perfecta, porque el viejo nos había dicho que iba a salir bien tempranito, para no infartarse con las bocinas. O sea que nosotros podíamos combinarlo con el horario de salida nuestro para el partido. Porque también nos cagaba si salía a la una de la tarde para Villa Diego, porque después como llegamos nosotros a Buenos Aires, para la hora del partido, con el quilombo que era la ruta, y en un ómnibus de línea. Lo más probable es que nos hiciéramos pelota en el camino por ir a los pedos. Por otra parte, hermano, Villa Diego queda saliendo para Buenos Aires. O sea que la cosa estaba clavada, era posta posta. Después hubo que hablar con los otros muchachos, porque convencer al Rulo no nos costó nada, a él le daba lo mismo. Además le contamos los entretelones del asunto. Te digo que el colorado manejo la cosa como un capo, un maestro.El asunto era así. El Rulo, es un amigo fana de Central, que tiene un par de ómnibus, está muy bien el Rulo. Y en esa época tenía un par de coches de la 305. Tuvimos un ojete así de grande. Porque sino teníamos que conseguir otro coche, cambiarle el color, pintarlo, que se yo, ponerle el número, un laburo bárbaro. Pero el Rulo tenía dos 305. Y con uno de esos ya tenía pensado pirarse para el monumental el día del partido. Y más bien que se llevaba como novecientos o mil monos que iban para allá. Lo sacaba de servicio y que se fueran todos a la reputísima madre que los pario. No iba a perderse el partido ese. Entonces el Rulo, con los monos arriba y nosotros, tenía que estar con el ómnibus preparado, el motor en marcha por España estacionadito. Y el Miguelito se ponía de guardia, tomando un café, justo en el boliche de ahí cerquita. Desde donde veía la puerta de la casa del viejo Casale. Creo que a las cinco de la matina ya estaba el Miguelito apostado en el boliche, haciéndose el boludo, junando para la casa del viejo. Te juro que ni los Tupamaros hubieran hecho un operativo como este, hermano. Fue una maravilla. Apenas vio que salía el viejo, con una canastita, donde seguro se llevaba algún matambre casero, algo de eso el pobre viejo. El Miguelito casó una Vespa, que tenía en ese entonces. Dio vuelta la manzana, y nos avisó. Cargó la moto en el ómnibus, en la parte de atrás, detrás de los últimos asientos y nos pusimos en marcha.Ya les habíamos dicho a tres ó cuatro pibes, de estos quilomberos de la barra, que se hicieran bien los sota. Que no dijeran ni media palabra y se hicieran los que apoliyaban. Nosotros también, para que no nos reconociera el viejo, estábamos en los asientos traseros, haciéndonos los dormidos, incluso con la cara tapada con algún pulóver, como si nos jodiera la luz, ó con algún piloto.Te digo que aquél día había amanecido frío y lluvioso, como la otra fecha patria, el 25 de Mayo. Además el quilombo había sido guardar todas las banderas, las cornetas, las bolsas con papelitos, los termos, todo eso. Uno de los muchachos llevaba una bandera de la gran puta, que media cincuenta y dos metros loco. Media cuadra de bandera, que decía: “Empalme Graneros, presente”. Y tuvimos que meterla debajo de un asiento, para que el viejardo no la bichara. La cosa es que el viejo subió medio dormido. Se sentó en uno de los asientos de adelante. Que ya habíamos dejado libre a propósito, para que no viera mucho del ómnibus. Rulo le cobró boleto y todo. Nadie se hablaba, como si no nos conociéramos. Y como el ómnibus iba haciendo el recorrido normal, el viejo iba lo más piola, mirando por la ventanilla. La cuestión es que llegamos a Villa Diego y el viejo tranquilo. Cada tanto, cuando nos pasaba algún auto, con banderas en el techo, tocando bocina, el viejo miraba a los que tenía cerca y movía la cabeza, como diciendo “mirá vos”. Se ve que tenía ganas de hablar. Pero nadie quería darle mucha bola, para no pisarse en una de esas. Así que nos hacíamos todos los dormidos. Parecía que habían tirado un gas adentro de ese ómnibus, hermano. Como cuando se muere algún ñato, viste, que se queda a apoliyar en el auto, con el motor prendido, y lo hace cagar el monóxido de carbono, creo. Bueno, así, parecía que a nosotros nos había agarrado el monóxido de carbono. Pero cuando llegamos a Villa Diego, por ahí el viejo se levanta y le dice al Rulo: “En la esquina jefe”. Y yo no sé que le dijo el Rulo. Algo de que ahí no se podía parar, de que estaba cerrado el tránsito, de que había que seguir un poco más adelante. Y el viejo se la comió. Pero se quedó paradito al lado de la puerta. Al rato, de nuevo el viejo: “en la esquina”, le dijo. Ahí ya el Rulo nos miró, porque se le habían acabado los versos. Y ahí hermano, vos no sabés lo que fue! Fue como si nos hubiésemos puesto todos de acuerdo. Y te juro que ni siquiera lo habíamos hablado. Empezaron los muchachos a desplegar las banderas, a sacar las cornetas, y las banderas por las ventanas. Y a los gritos, hermano: “Soy canalla, soy canalla”, por las ventanas. Pero no para el lado del viejo. El pobre viejo, la cara que puso, mirá no te la puedo describir con palabras. Sino para afuera mirábamos, porque los grone, con lo quilomberos que son, se habían ido aguantando hasta ahí, sin gritar ni armar quilombo para no deschavarse con el viejo. Pero cuando llegó el momento, agarraron las banderas, empezaron a sacar los brazos, a golpear las chapas del costado del ómnibus. Y también el Rulo empezó a seguir el ritmo con la bocina.¿Viste esas películas de cowboy, cuando los chorros van a asaltar una carreta, donde parece que no hay nadie. O que la maneja nada más que un par de jovatos, y de golpe se abren los costados, y aparecen diecisiete mil soldados que los cagan a tiros? ¿Que levantan la lona, y estaban todos adentro, haciéndose los sotas? Bueno, ese ómnibus debió ser algo así. De golpe se transformó en un quilombo, un escándalo, una de gritos, bocinas, bocinazos, cornetas, una joda.¡Y la gente al lado de la ruta! Porque desde la madrugada ya había gente a los costados de la ruta, esperando que pasaran las caravanas de hinchas. Era para llorar. Eso era conmovedor. Te saludaban, gritaban, levantaban los puños. Por ahí algún lepra, a las perdidas, te tiraba un cascotazo.

Pero vuelvo al viejo. No sabés la caripela del viejo. Porque nosotros lo estábamos mirando porque decíamos, este es el momento crucial. Ahí el viejo, o cagaba la fruta, el corazón se le hacía bosta, ó salía adelante. El viejo miraba para atrás, a todos los monos que saltaban y gritaban. No lo podía creer. Se volvió a sentar y creo que hasta San Nicolás no volvió a articular ni una palabra. Te digo que el Rábano, el hijo de la Nancy, que ya se había ofrecido a hacerle respiración boca a boca, llegado el caso, que era algo a lo que todos, mal que mal, le habíamos esquivado el bulto, porque, que se yo, te da un poco de asco. Además con un viejo! Pero mirá te la hago corta. Cuando el viejo vio que no había arreglo, que no había posibilidad que lo dejáramos bajar del ómnibus, se entregó. Pero entregó, entregó, eh. Porque al principio nosotros nos acercamos y nos reputió. Nos dijo que éramos unos irresponsables, asesinos, que no teníamos conciencia, que era una vergüenza. Qué se yo todo lo que nos dijo. Pero después cuando nosotros le dijimos que él estaba perfecto. Que estaba hecho un toro. Que si se había bancado la sorpresa del ómnibus, quería decir que ese cuore se podía bancar cualquier cosa. Y empezó a tranquilizarse.El colorado llegó a decirle que todo era una maniobra nuestra, para demostrarle que él estaba perfectamente sano. Y que incluso, el médico estaba implicado en la cosa. Mirá hermano, y creéme porque es la pura verdad, que intención puedo tener en mentirte hoy por hoy. Mucho antes ya de entrar en Buenos Aires, ese viejo era el más feliz de los mortales. Te lo digo yo, y te lo juro por la salud de mis hijos.

El viejo cantaba, puteaba, chupaba mate, comía factura, gritaba por la ventana. Y a la cancha se bajó envuelto en una bandera! No había en la hinchada un tipo más feliz que él. Vino con nosotros a la popu. Se bancó toda la espera del partido, que fue más larga que la puta que lo parió. Y después se bancó el partido. Estaba verde, eso sí, y había momentos en que parecía que vos lo pinchabas con un alfiler y reventaba como un sapo, porque yo lo relojeaba a cada momento. Y después del gol del Aldo, yo lo busqué, lo busqué, porque fue tal el quilombo y el desparramo cuando el Aldo la mandó adentro que yo ni sé por dónde fuimos a caer entre las avalanchas y los abrazos y los desmayos y esas cosas. Pero después miré para el lado del viejo y lo ví abrazado a un grandote en musculosa casi trepado arriba del grandote, llorando. Y ahí me dije: si éste no se murió aquí, no se muere más. Es inmortal. Y después ni me acordé más del viejo, que lo que alambramos, lo que cortamos clavos, los fierros que cortamos con el upite, hermano, ni te la cuento. Eso no se puede relatar, hermano, porque rezábamos, nos dábamos vueltas, había gente que se sentaba entre todo ese quilombo porque no quería ni mirar. Porque nos cagaron a pelotazos, ya el segundo tiempo era una cosa que la tenían siempre ellos y ¿sabés qué era lo fulero, lo terrible? ¡Que si nos empataban nos ganaban, hermano, porque ésa es la justa! ¡Nos ganaban esos hijos de puta! ¡Nos empataban, íbamos a un suplementario y ahí nos iban a hacer refucilar el orto porque estaban más enteros y se venían como un malón los guachos! ¡Qué manera de alambrar!

Decí que ese día, Dios querido, yo no sé qué tenía el flaco Menotti que sacó cualquier cosa, sacó todo, vos no quieras creer lo que sacó ese día ese flaco enclenque que parecía que se rompia a pedazos en cada centro. Le sacó un cabezazo de pique al suelo a Silva que lo vimos todos adentro, hermano, que era para ir todos en procesión y besarle el culo al flaco ése ¡Qué pelota le sacó a Silva! Ahí nos infartamos todos, faltaban cinco minutos y si nos empataban, te repito, éramos boleta en el suplementario. Me acuerdo que miro para atrás y lo veo al viejo, blanco, pálido, con los ojos desencajados, pobrecito, pero vivo. Y ahora yo te digo, te digo y me gustaría que me contesten todos esos que ahora dicen que fue una hijaputez lo que hicimos con el viejo Casale ese día. Me gustaría que alguno de esos turritos me constestara si alguno de ellos lo vio como lo vi yo al viejo Casale cuando el referí dio por terminado el partido, hermano. Que alguno me diga si, de puta casualidad, lo vio al viejo Casale como lo vi yo cuando el referí dio por terminado el partido y la cancha era un infierno que no se puede describir en palabras. Te digo que me gustaría que alguien me diga si alguien lo vio como lo vi yo. ¡La cara de felicidad de ese viejo, hermano, la locura de alegría en la cara de ese viejo! ¡Que alguien me diga si lo vio llorar abrazado a todos como lo vi llorar yo a ese viejo, que te puedo asegurar que ese día fue para ese viejo el día el día más feliz de su vida, pero lejos lejos el día más feliz de su vida, porque te juro que la alegría que tenía ese viejo era algo impresionante! Y cuando lo vi caerse al suelo como fulminado por un rayo, porque quedó seco el pobre viejo, un poco que todos pensamos: “¡Qué importa!” ¡Qué más quería que morir así ese hombre! ¿Iba a seguir viviendo? ¿Para qué? ¿Para vivir dos o tres años rasposos más, así como estaba viviendo, adentro de un ropero, basureado por la esposa y toda la familia? ¡Más vale morirse así, hermano! Se murió saltando, feliz, abrazado a los muchachos, al aire libre, con la alegría de haberle roto el orto a la lepra por el resto de los siglos! ¡Así se tenía que morir, que hasta lo envidio, hermano, te juro, lo envidio! ¡Porque si uno pudiera elegir la manera de morir, yo elijo ésa, hermano! Yo elijo ésa.